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Guerra Civil y Revolución en Rusia! / Civil War and Revolution in Russia!

Actualizado: 11 oct 2023


Marxism and Collapse - Declarations


Nota introductoria


El siguiente material titulado como "Guerra y Revolución en Rusia. ¡El fin de Putin y su dictadura se aproximan!" fue publicado a comienzos del mes de junio con motivo de la serie de incursiones militares realizadas en la región de Belgorod y otras áreas fronterizas de Rusia por parte de una serie de formaciones rebeldes rusas anti-putinistas. Esto último, como parte de un esfuerzo en conjunto con las unidades del ejército ucraniano que hacen frente a las fuerzas invasoras del

régimen de Putin en Ucrania.


Pensamos que este material, escrito con anterioridad al desarrollo de la pasada insurrección militar de Wagner, presenta una serie de claves interpretativas necesarias para la comprensión de las dinámicas socio-políticas en las cuales se enmarcó dicho levantamiento, determinadas por un proceso de deterioro cada vez más creciente del poder de Putin y de los pilares de su gobierno. Esto último alentado, entre otras cosas, por el "fracaso estratégico" de su invasión de Ucrania.


Recomendamos aquí, además, la lectura del material "La insurección de Wagner y el fin de Putin. A un mes de la rebelión (Ensayos por Ucrania)" en donde se discuten algunas de las principales implicaciones políticas, sociales e históricas de los sucesos vistos en Rusia

con motivo del levantamiento wagnerita.


-Enlace (Scribd):


...


¡Guerra Civil y Revolución en Rusia!

¡El fin de Putin y su dictadura se aproximan!

(Junio 6, 2023)


¡El régimen de Putin se debilita!


Tras la fallida ofensiva de invierno, que solo logró conquistas territoriales marginales en el este de Ucrania (como la captura de la pequeña ciudad de Bakhmut por las fuerzas rusas después de más de diez meses de encarnizados combates) y el fracaso de la campaña de bombardeos masivos sobre ciudades ucranianas (actualmente, la tasa de derribo de misiles y drones por parte de las fuerzas de Kyiv supera el 90%), el régimen de Putin comienza a experimentar nuevas y más significativas fisuras en el frente interno.


Por una parte, las élites rusas empiezan no sólo a mostrar su creciente nerviosismo ante el curso de la guerra, sino que, además, a dar un mayor apoyo a algunos críticos nacionalistas del Kremlin tales como Igor Girkin o Yevgeny Prigozhin, los cuales vienen articulando un discurso de oposición cada vez más clara en contra de las políticas de Putin (aunque todavía sin mencionarlo públicamente). En el caso de Prigozhin, aquel ha ido tan lejos como pedir por el envío a tribunales de guerra nada menos que de Valery Gerasimov (líder supremo de las fuerzas armadas rusas) y Sergei Shoigu (ministro de defensa ruso), intentando igualmente posicionarse como una posible carta de recambio del propio Putin.


De manera paralela a la aparición de estas fisuras en las alturas del régimen putinista, inéditas desde su creación hace más de dos décadas, comienza también a extenderse en la sociedad rusa (sobre todo en el ámbito de las influyentes redes del ultranacionalismo ruso) un profundo descontento en contra de las políticas seguidas hasta ahora por el Kremlin para llevar adelante la invasión de Ucrania.


De hecho, aunque aún no se ha producido el colapso económico que las potencias occidentales esperaban producir con sus políticas de sanciones contra Rusia, aquellas sí han logrado generar una situación de “precariedad crónica” de la economía del país, lo que ha resultado en un empeoramiento palpable de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Empeoramiento del nivel de vida en Rusia que estaría poniendo en riesgo, entre otras cosas, una de las bases cardinales de la estabilidad del régimen putinista: la estabilidad social. Es decir, que amenazaría con cuestionar el “contrato social” surgido entre Putin y la sociedad rusa luego de los desastrosos años de Yeltsin en la década de 1990.


Un ejemplo de esto se pudo observar en Rusia durante las semanas de la movilización militar parcial del año pasado que, en el contexto de los primeros grandes reveses del ejército ruso en Ucrania, dio por resultado un potente fenómeno de resistencia social en contra de las medidas de reclutamiento impulsadas desde el Kremlin. Fenómeno de resistencia que, como sabemos, se expresó tanto en el desarrollo de verdaderos chispazos de rebeliones populares locales en varias regiones de Rusia (materializados en la quema de numerosos cantones de reclutamiento), así como también en una seguidilla de amagos de motines en diversos destacamentos militares.


Otro ejemplo de lo mismo durante este periodo fueron los primeros intentos por articular un frente de “oposición cívica” en contra de la dictadura putinista, esto luego de la represión de las movilizaciones sociales en contra de la guerra acaecidas durante los primeros días de la invasión de Ucrania. Destaca aquí, entre otros hechos, la colecta de firmas impulsada por un grupo de autoridades municipales de San Petersburgo y otras ciudades para acusar constitucionalmente a Putin.


Oleada de atentados y surgimiento de una resistencia política-militar anti-putinista en Rusia


Otra muestra importante del debilitamiento de la dictadura putinista puede verse en la consolidación de una serie de organizaciones político-militares de resistencia armada en contra del Kremlin: por ejemplo, el llamado “Ejército Nacional Republicano de Rusia”. Entre otras acciones, esta organización llevó a cabo el año pasado un atentado en contra del propagandista fascista eslavo Alexander Dugin, llegando además a publicar un manifiesto en el cual se llama, de manera abierta, al derrocamiento violento de Putin.


Todo esto, asimismo, en el marco de un incremento exponencial de las actividades de otra serie de grupos insurgentes durante los últimos meses que, posiblemente con el apoyo directo del Estado ucraniano, vienen protagonizando múltiples atentados incendiarios tanto en contra de numerosas fábricas, espacios comerciales y símbolos del poder putinista, así como también audaces acciones de sabotaje dirigidas a centros militares y convoyes de trenes destinados a aprovisionar a las fuerzas rusas en Ucrania.


Otras de estas acciones de insurgencia habrían comprendido en el último año una seguidilla de asesinatos selectivos de diversas figuras políticas y mediáticas ligadas al Kremlin (por ejemplo, el del blogger ruso ultranacionalista Vladlen Tatarsky en San Petersburgo) y una serie de atentados entre los cuales destacaría por su gran repercusión mediática el reciente ataque con un dron kamikaze en contra de la cúpula del Kremlin. Menciónese aquí que este atentado (a pesar de su carácter más bien propagandístico y de baja intensidad) habría causado tal impacto en ciertos sectores de la sociedad rusa que aquel habría sido descrito entre algunos círculos nacionalistas como el “primer ataque a Moscú desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.


Oleada de atentados y acciones de resistencia militar en contra de la dictadura putinista que, al parecer, estarían contando con un apoyo social cada vez más extendido, esto si consideramos la importante amplitud que están alcanzado una serie de campañas de propaganda anti-gubernamental como la expresada en la multiplicación de grafitis en ciudades rusas con símbolos destinados a promover la resistencia armada en contra del gobierno central. Otro ejemplo de estas campañas ha sido en los últimos días la elevación en pleno Moscú de manojos de globos con los colores de la bandera blanca-azul-blanca de las organizaciones rusas anti-putinistas.


La ofensiva de las guerrillas anti-putinistas en Belgorod y otras zonas fronterizas


Uno de los elementos potencialmente más preocupantes en términos militares y político-sociales para la estabilidad del régimen putinista (y posiblemente para la estabilidad de la propia Federación Rusa) ha sido, sin duda, el inicio de una campaña de incursiones militares a territorio ruso desde Ucrania. Estas últimas llevadas adelante por una serie de formaciones militares compuestas por militantes rusos anti-putinistas tales como, por ejemplo, el “Cuerpo de Voluntarios Rusos” y la “Legión de la Libertad de Rusia”.


Estas unidades militares, respaldadas por el apoyo logístico y material del ejército ucraniano como parte de una posible táctica de represalia por el apoyo brindado por Putin a las fuerzas separatistas pro-rusas en el Donbás, han sido capaces en las últimas semanas no sólo de infiltrarse prácticamente sin resistencia a través de las fronteras rusas en diversos sectores (principalmente en la región de Belgorod), sino también tomar temporalmente el control de varios pueblos y pequeñas ciudades rusas fronterizas.


Durante la primera de estas incursiones (en los hechos la primera incursión territorial efectiva de una fuerza militar en Rusia desde la invasión nazi hace casi ochenta años), estas unidades insurgentes habrían logrado capturar, como dijimos casi sin oposición, nada menos que alrededor de 50 kilómetros cuadrados de territorio ruso. Todo esto no sólo para gran humillación de las castas dirigentes del Kremlin y el alto mando militar ruso, sino que, asimismo, considerando que se trató de tropas compuestas solamente por algunas decenas de insurgentes dotados de unos cuantos tanques y armamento ligero, como un ejemplo práctico de la extrema precariedad en la que se hallaría hoy el ejército ruso. Un ejército cuyas maltrechas fuerzas se encuentran actualmente en su mayoría en Ucrania.


El "problema de Belgorod" y la estabilidad del poder de Putin


La presente campaña de incursiones insurgentes en la región de Belgorod y otras áreas fronterizas constituiría así una verdadera “humillación nacional” para Rusia que, más allá de sus fines bélicos inmediatos (entre otros, forzar el repliegue de unidades militares hacia el interior del país con el objetivo de debilitar las líneas de defensa rusas en Ucrania), ha comenzado recién a mostrar su real potencialidad desestabilizadora para el poder del Kremlin y el conjunto de la sociedad rusa.


Más aún, si bien es cierto que las repercusiones de estas incursiones se han limitado, hasta ahora, al ámbito de las tensiones internas de las élites políticas rusas (esto principalmente en el terreno de los enfrentamientos mediáticos entre las distintas facciones del nacionalismo ruso), no se puede descartar que en un futuro cercano se conviertan en una importante fuente de “desestabilización estructural” (de primer nivel) para el actual ordenamiento político y social vigente en Rusia. Esto sobre todo en el caso de combinarse con nuevos reveses militares en Ucrania y con una política de reclutamiento más agresiva de Putin que lleve a sectores más amplios de la población rusa a oponerse al gobierno.


Algo de esto es, precisamente, lo que se ha visto en días recientes en el seno de una serie de sectores nacionalistas que han comenzado a exigir más activamente el castigo de los responsables en el alto mando militar ruso de no haber prevenido las incursiones insurgentes en Belgorod. Otra muestra de lo mismo puede apreciarse en la instrumentalización política de estas incursiones por parte de diversas figuras nacionalistas que, tales como los ya mencionados Girkin o Prigozhin, las estarían utilizando para incrementar el tono de sus denuncias contra las élites del Kremlin.


Más importante aún, tal como es posible observar hoy en el poblado de Shebekino en donde se están produciendo saqueos como producto de la retirada del ejército ante el avance de las fuerzas insurgentes, no es descartable que estas incursiones militares puedan alimentar próximamente un fuerte clima de inestabilidad social en áreas de Rusia mucho más extensas que la región de Belgorod (actualmente el foco de los ataques de las fuerzas rusas anti-putinistas).


La contraofensiva ucraniana en el contexto de una posible crisis del régimen de Putin


Durante horas recientes, Ucrania ha confirmado el inicio de acciones ofensivas en una serie de áreas del frente de batalla en el este del país, produciéndose en ciertos lugares algunos avances tácticos (por ahora menores) de las fuerzas ucranianas. Adicionalmente, estas acciones estarían logrando avances no sólo en los alrededores de Bakhmut (aumentando allí por lo tanto el peligro de un envolvimiento del ejército ruso), sino que habrían sido capaces, además, de recuperar un pequeño sector en el extremo suroccidental de esta ciudad. Esto tal como el propio Prigozhin ha reconocido recientemente en redes sociales. Otros ataques parecidos del ejército ucraniano se vienen registrando durante los últimos días en las regiones sureñas de Zaporizhzhia y Kherson.


Muy posiblemente, se trataría en todos estos casos o bien de ataques localizados destinados a detectar flancos débiles en las líneas de defensa rusas, o bien de las primeras fases de la tan esperada gran contraofensiva ucraniana de primavera. Como sea, parece ser evidente que durante los próximas días y semanas el teatro bélico ruso-ucraniano será testigo de importantes confrontaciones militares en donde se probarán, en el terreno del enfrentamiento armado, tanto las fortalezas como debilidades de cada bando para determinar el curso próximo de la guerra, así como también las capacidades internas de uno y otro para mantener su cohesión política-social de cara a la cruenta lucha que se avecina.


En el caso de Rusia, a pesar de la tan bullada “ventaja estratégica” que poseería a largo plazo este país con respecto a Ucrania como producto del tamaño de su ejército y su mayor base productiva y de recursos (dada por la mayor extensión geográfica de la Federación Rusa), cabe preguntarse hasta qué punto podría el régimen de Putin soportar un nuevo desastre bélico como en el caso de los ya vistos durante el transcurso del año pasado en Kyiv, Kharkiv o Kherson. Lo anterior, en un contexto en el cual el margen de maniobra de Putin no sólo estaría experimentando un “estrechamiento” cada vez más acusado tanto a nivel internacional como en el plano interno, sino que, asimismo, ante la perspectiva de un posible derrame cada vez más intenso (y potencialmente catastrófico) de la guerra hacia el propio territorio ruso. Esto último tal como muestran a modo de un posible anticipo las ya mencionadas incursiones militares de grupos anti-putinistas en Belgorod.


¿Putin ante la posibilidad de su fin?

O Rusia ante la sombra de la guerra civil y la revolución


¿Podría una contraofensiva ucraniana exitosa, en conjunto con el desarrollo de nuevas y más intensas incursiones militares insurgentes hacia territorio ruso y un salto en el enfrentamiento entre las élites políticas del Kremlin, terminar de generar las condiciones para un aumento del descontento social que abra en este país la perspectiva de una crisis aguda del régimen putinista? ¿Podría esta posible dinámica de crisis sociopolítica en Rusia poner en el tapete la ya candente cuestión de la permanencia de Putin en el poder? ¿Qué trayectoria histórica podría seguir el inicio de una dinámica de derrumbe del poder putinista, gatillada por un avance de Ucrania en el campo de batalla y una descomposición mayor de la situación política y social en Rusia?


No es posible saberlo. Con todo, lo claro es que, si tomamos en consideración los elementos de debilitamiento estructural del poder putinista mencionados anteriormente, pareciera indudable que un avance militar ucraniano en la próxima fase de la guerra y un recrudecimiento de las acciones insurgentes en el interior de Rusia podrían terminar convirtiéndose, quizás pronto, en importantes “catalizadores históricos” de una significativa transformación del escenario sociopolítico ruso y, con ello, de la propia geopolítica mundial.


Es decir, un proceso de transformación histórica de largo aliento en el cual la principal problemática de la política rusa se desplace desde la discusión actual en torno a la pregunta ¿puede caer Putin? a la de ¿cómo se podría producir esta caída y que repercusiones podría tener aquella tanto para Rusia, Ucrania y el mundo? Una discusión en la cual, si bien un recambio ordenado del poder en Rusia como producto de un “golpe palaciego” es ciertamente una posibilidad (por ejemplo, en el caso de que aquel se produzca antes de que los efectos desintegradores de la guerra terminen por descomponer del todo los pilares sociopolíticos de la Rusia actual), no puede dejar de pensarse en otros escenarios cualitativamente más catastróficos al de un mero “golpe blanco”.


Esto es, la perspectiva de un colapso total y catastrófico de la Federación Rusa en tanto entidad territorial y sociopolítica, ya sea como resultado de una guerra civil en toda regla que termine por desmembrarla definitivamente (posibilidad que fue a penas conjurada luego del derrumbe de la URSS hace algunas décadas), o bien, atendiendo a la propia historia rusa y el recuerdo histórico de las revoluciones de 1905 y 1917, nada menos que la perspectiva (¿posiblemente en el corto plazo?) de una cuarta revolución social en la Rusia moderna.


Junio 5-6, 2023

Marxismo y Colapso


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